Seguro que has oído a alguien decir que su madre o su abuela tiene “la vejiga baja” o “caída”. Estos no son términos adecuados porque pueden sonar alarmantes, pero en realidad se están refiriendo a un prolapso de un órgano pélvico.
¿Qué es exactamente un prolapso?
Un prolapso es el descenso de un órgano pélvico. Los más comunes son la vejiga (cistocele), el útero o el recto (rectocele), aunque también puede afectar a la mucosa vaginal o al intestino delgado (enterocele).
Existen diferentes grados de prolapso:
- Grado I: actualmente se considera anatomía normal.
- Grado II: la mayor parte del prolapso se sitúa entre 1 cm por encima y 1 cm por debajo de la entrada vaginal.
- Grado III: la mayor parte del prolapso se encuentra entre 1 y 2 cm por fuera de la entrada vaginal.
- Grado IV: descenso completo, 2 cm o más por fuera de la entrada vaginal.
Es importante entender que un prolapso pélvico no se comporta de manera estática; puede variar según el día, el momento del ciclo menstrual, el tipo de esfuerzos y otros factores. Esta disfunción del suelo pélvico puede afectar de forma importante a la calidad de vida, limitando la actividad deportiva, social o incluso sexual, por molestias o miedo a que “se note”.
¿Por qué ocurre? Principales factores de riesgo
Hay factores que pueden favorecer un suelo pélvico laxo o débil y, en consecuencia, el desarrollo de un prolapso. Algunos no se pueden modificar (como genética o calidad del colágeno), pero otros sí. Entre los más comunes encontramos:
1. Embarazo y parto vaginal Cambios en la elasticidad de los tejidos, el aumento de peso abdominal y factores de parto como un expulsivo muy largo o el uso de instrumentos (como fórceps) pueden debilitar la musculatura del suelo pélvico.
2. Obesidad El exceso de peso ejerce una presión constante sobre las vísceras pélvicas y el suelo pélvico.
3. Envejecimiento y menopausia La pérdida de tono muscular y de calidad del tejido, junto con el descenso de estrógenos, aumenta el riesgo de prolapso.
4. Aumento crónico de la presión intraabdominal Causado por estreñimiento crónico, trastornos respiratorios (tos o estornudos constantes), deportes de alto impacto o trabajos que implican levantar peso con frecuencia.
¿Cuáles son los síntomas de un prolapso pélvico?
Muchas personas no saben que tienen un prolapso porque a veces no produce síntomas. Cuando sí aparecen, los más habituales son:
- Sensación de pesadez o presión en la vagina.
- Molestia con las actividades, sobre todo estando de pie o cargando peso.
- Notar un bulto o la sensación de que “algo se va a caer”.
- Mejoría de los síntomas al tumbarse o descansar. Estos síntomas pueden fluctuar según la actividad realizada o el momento del ciclo menstrual.
¿Cuál es el tratamiento del prolapso?
De manera general:
- Grados I y II: tratamiento conservador si hay síntomas.
- Grados III y IV: suelen requerir cirugía.
Tratamiento conservador desde la fisioterapia
Desde la fisioterapia especializada en suelo pélvico trabajamos para:
- Evitar la progresión del descenso (no, no “subimos” el órgano).
- Reducir las molestias.
- Enseñar una correcta gestión de esfuerzos.
- Aumentar fuerza, tono y control del suelo pélvico.
Incluso si tu prolapso requiere cirugía, es fundamental la rehabilitación pre y postquirúrgica, ya que sin corregir hábitos inadecuados la tasa de recidiva (que vuelva a descender) es alta.
Si no necesitas cirugía, lo ideal es acudir a un fisioterapeuta especialista en suelo pélvico para trabajar con un plan individualizado.
Herramientas en consulta
Las más utilizadas son:
- Ejercicio terapéutico (la herramienta principal).
- Electroterapia.
- Terapia manual.
- Biofeedback.
- Radiofrecuencia.
- Vibración.
- Pesarios, en los casos que estén indicados.
Con un tratamiento adecuado conseguiremos que el prolapso no empeore, que no limite tu vida diaria, deportiva o sexual y que mejore tu calidad de vida.
Si necesitas ayuda o quieres información personalizada, no dudes en contactarme.